Juliá, una historia de puertas abiertas
Abiertas al cambio y a la evolución.
Cuando aquel 12 de agosto de 1948, Lorenzo Juliá y su mujer Margarita Miquel Sastre inauguraban “Droguería Juliá” no podían ni imaginar todo lo que abrir aquellas puertas les depararía. Les abrió la posibilidad de evolucionar, adaptarse a las diferentes etapas y crecer. Tanto, que a día de hoy y gracias a su trabajo, implicación y visión, pueden estar orgullosos de haberse convertido en una empresa líder en el sector de la pintura y la decoración en Mallorca.
Y es que la visión de futuro y la capacidad de anticipación al mercado y de reacción son valores que están en el ADN de la familia Juliá, que ha sabido adaptarse a cada época sin perder su esencia. A medida que “Casa Juliá” (como todavía se recuerda) crecía y modificaba su oferta, se fueron incorporando escalonadamente nuevos miembros de la familia. ¡Hasta 3 generaciones! Y cada una fue aportando lo mejor de sí: ideas, formación y visiones desde diferentes perspectivas que, sin duda, han funcionado.
Es un hecho que los valores personales y profesionales de Bartolomé Juliá Miquel y de Antonio Juliá Adrover encajaron. Gracias a todos y a cada uno, setenta y seis años después de su apertura, aquella droguería que supo transformarse primero en ferretería, más adelante en laboratorio fotográfico y después en tienda de pinturas, hoy suma 3000 metros cuadrados. Espacios repartidos en cuatro establecimientos ubicados en el centro de Palma (donde empezaron), en el Polígono de Son Castelló, en Manacor y en el Polígono de Son Bugadelles.
En cada una de las tiendas se respira la marca de la casa, que persigue la eficiencia y el mejor servicio. Algo que representa muy bien el gran equipo humano del que la familia se ha rodeado. Profesionales en continua formación y expertos en atención, servicio y asesoramiento personalizado.